fue muy difundida en la Europa medieval, en ella se relata sobre un hombre que está condenado a vagar por el mundo hasta el retorno de Jesús por haberle ofendido durante su marcha hacia la crucifixión. Se le concedió la inmortalidad como maldición y castigo, para que así pueda deambular sin tener un hogar, pero también puede tratarse de una metáfora de la historia del pueblo judío.
Existe más de una suposición sobre la identidad del Judío Errante, en ciertos relatos ha sido identificado como: Cartaphilus, Samuel Beli-Bet, Ashevero, El Profeta Elías y Samar. Finalmente en lo que todos coinciden es en el destino de los protagonistas, los cuales terminan recibiendo una maldición.
En aquel fatídico día del año 33, a petición del pueblo judío, Jesús fue condenado a la crucifixión por Poncio Pilato. Algunos dicen que al salir de la casa de este, recibió una puñalada en la espalda por parte del porteroCartaphilus para provocarle un andar lento. Otros dicen que camino a su ejecución en el trayecto al monte Gólgota o Calvario intentó descansar en la puerta de un zapatero llamado Ashevero, este hombre fue muy cruel y le corrió a empujones, tantos más, sugieren que mientras cargaba su cruz cayó frente a un hombre llamado Samuel Beli-Bet y le pidió un poco de agua. Pero aquel hombre, le dio un empujón como respuesta.
Finalmente, la identidad del hombre no cuenta mucho, si no sus actos, pues fue eso lo que le hizo merecedor de la condena. Así lo dijo Jesús: —Yo descansaré luego, pero tú andarás sin cesar hasta que yo vuelva.
Dice la leyenda, que desde ese momento, el maltratador se volvió inmortal, y recorre los caminos de la tierra sin poder detenerse, porque cuando lo intenta oye una voz que retumba como cien trompetas y que le manda: ¡camina, camina! La tierra tiembla y el judío errante tiene que seguir en su imparable carrera, hasta que el Señor vuelva. Envejece, enferma, y experimentar el dolor de la muerte cada siglo, pero sin morir, para después volver a rejuvenecer hasta la misma edad en la que Jesús murió en la cruz. Repitiendo el ciclo una y otra vez. Vagando sin rumbo fijo, llorando arrepentido su falta de piedad.
En la historia del Profeta Elías se dice que este, se manifestó ante el caudillo árabe Fadhilahc primero como una entidad invisible que le hablaba y después materializándose ante sus ojos como un hombre extremadamente anciano apoyado en un báculo. El anciano, dijo llamarse Zerib-Bar-Elia, y dijo que había sido condenado a no morir hasta el retorno de Jesús, cuando llegase el Juicio Final, y tras pronunciar estas palabras desapareció.
Finalmente, una variante no muy extendida, afirma que Samar, fue aquel que fundiera el Becerro de Oro, mientras Moisés recibía las Tablas de la Ley en la cima del Monte Sinaí, y que fue condenado por su idolatría
Sea cual fuere el origen, lo cierto es que a través de los siglos, algunos dicen haberse topado con el judío errante, y lo describen como un hombre anciano de cutis trigueño, delgado, ojos hundidos, y pocos cabellos. Este hombre maldito, habla todos los idiomas del mundo, pero no se comunica con ninguno y sólo puede detenerse por unos minutos, en el aniversario de la muerte del Señor, cada año, cuando llora arrepentido su desgracia.
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